Si entre las propiedades que posee el mundo hemos encontrado las del orden, simetría y armonía (es decir, una disposición de la belleza), el alma humana, en tanto condensa las manifestaciones del cosmos, tiene que poseer una cierta simpatía interior para captar y comprender este orden, simetría y armonía de las cosas; es lo que se denomina clásicamente «el concepto de Belleza». Este concepto está determinado por un sinnúmero de factores extrínsecos e intrínsecos, es decir, por un equilibrio entre lo objetivo y lo subjetivo. Los griegos llamaban enthousiasmós a este sentimiento de compenetración y simpatía, y podríamos decir que de este entusiasmo surge la inspiración que habrá de revelarse en cada hora.
A menudo se compara al Cirujano Plástico con el artista plástico porque ambos hablan el lenguaje de la belleza, pero en tanto que en la obra de arte la belleza tiene finalidad inminente, es decir, el mero propósito de exhibirse, la que logra el cirujano plástico en el ser humano tiene una finalidad trascendente, como es la de armonizar el cuerpo con el espíritu, estableciendo una paz y una concordancia interior que le permiten al paciente reencontrar su propia imagen y lograr un equilibrio con el mundo que lo rodea en todos los aspectos. Por eso podríamos decir que la belleza es una de los componentes de la felicidad.
Es aceptado que cada raza que compone la gran familia de nuestro planeta posee su propio concepto de la belleza, y que además éste va mutando con la idiosincrasia y la filosofía de la época, tal cual lo traduce el axioma filosófico que dice: «Lo único que no varía es que la vida siempre varía «. Aún dentro de cada raza afirmamos que cada individuo tiene su propio concepto de belleza, conforme a su temperamento, cultura y sensibilidad, que han determinado su particular manera de mirar, concebir y sentir el mundo, de razonar y juzgar.
Para decidir si una persona u objeto es bello o no, todo nuestro intelecto y nuestro instinto se ponen en movimiento para estudiar la relación de las partes entre sí y con el todo y del todo con cada una de las partes; si este trabajo es fácil, si esta imagen tiene carácter y armonía a la vez, si está de acuerdo con el concepto que nos hemos formado de la belleza, producirá en nosotros un sentimiento de placer. Santo Tomás decía que hay belleza en todo aquello que agrada a los sentidos, o sea, que establecía una estrecha relación entre el objeto y la sensibilidad personal.
Y si bien es cierto que muchos poseen una facultad innata para sentir y distinguir la belleza, también es cierto, como decía Carrel, que el concepto de la belleza puede cultivarse y desarrollarse de la misma manera que ocurre con los conocimientos científicos. Por eso es importante a todos aquellos cirujanos plásticos y estéticos ya formados y en formación, el deber de cultivar el espíritu y la mente permanentemente para poder distinguir donde reside la belleza del ser humano, quizá la más fascinante y misteriosa del mundo. Es necesario que aquel médico que ha escogido esta disciplina quirúrgica comprenda que no sólo bastan los conocimientos científicos para que la obra rezume belleza, pues los conocimientos se basan en la táctica y la técnica, en tanto que la belleza esconde su ley en una manifestación sensible. Es necesario saber y sentir con mayúsculas.
Cuando los elementos que conforman el todo no guardan entre si armonía, decimos que se hayan en desorden y este desorden constituye en definitiva lo opuesto a la belleza, y es precisamente el cirujano plástico quien tiene la misión de encontrar el orden oculto en el desorden, restableciendo la proporción y la armonía y haciendo resplandecer la belleza escondida para que todos puedan verla, y para lograr esto, es necesario, además de los conocimientos científicos, un desarrollado concepto de la belleza. Desde que al ser humano le ha sido otorgado el privilegio de poseer sentido de la belleza, la fealdad es un desvalor, la carencia de algo que al hombre le corresponde por derecho y cultura y que es necesario para su integración: de ahí el valor trascendental que posee la belleza en el ser humano.
Sin embargo, es importante tener presente que un ser humano feo desde el punto de vista únicamente corporal puede estar tan profundamente iluminado por la luz de la belleza espiritual, que el conjunto sea dominado por ésta. En estos casos, la admiración que despierta la belleza es reemplazada por el encanto que despierta la gracia. Podríamos decir , el que la gracia es una belleza en movimiento, un don producido por la persona, no otorgado por la naturaleza. La belleza gusta por las reglas; la gracia, en cambio, no requiere de ellas. Así como Platón en sus Diálogos maravillosos une los conceptos de belleza y de amor, el cirujano plástico debe unir en su obra un elevado concepto de la belleza y un gran amor por su especialidad que, en definitiva, es amar al ser humano en su unidad psicosomática, comprendiéndolo y compenetrándose en sus deseos, temores, angustias y ansiedades, pues sólo aquel que se haga cargo de la naturaleza íntima del ser humano podrá ejercitar esta especialidad con honestidad y dignidad para con los demás. Sólo así y sabiendo que toda obra es perfectible, podrá mejorar sus resultados constantemente sin estar jamás plenamente satisfecho y sabiendo que la felicidad plena del paciente podrá traducir un buen resultado quirúrgico, porque, mientras esto no suceda, el objetivo no habrá sido logrado plenamente.
Parecería, por lo expuesto, que para un cirujano con excelente formación quirúrgica y que posee además un desarrollado concepto de la belleza, el acto quirúrgico resultaría fácil y placentero; sin embargo, no es así porque cuanto mayor es el refinamiento de su técnica y más cultivado su concepto de la belleza, cada obra, por más simple o rutinaria que parezca, habrá que ejecutarla al debe de una dura labor y de una intensa aplicación de todas sus facultades mentales y espirituales. Esto, en definitiva, trasunta la enorme responsabilidad del cirujano plástico ante cada caso en particular, en el que deberá poner en juego ese criterio propio e intransferible, porque si bien en su formación ha desempeñado un papel fundamental su escuela quirúrgica, y especialmente sus maestros, siempre le imprimirá a cada acto su propia idiosincrasia individual, comprendiendo y haciendo comprender a sus pacientes que la belleza mayor es el esplendor del espíritu y que muchas veces una arruga o una pequeña imperfección puede ser expresiva si está animada por una actividad vital y positiva. Y esto está relacionado, sin duda, con una sana y bien entendida filosofía de la vida.
Todo esto significa que es necesario que el cirujano comprenda y conozca al paciente, para no confundir la relación que debe establecerse entre ambos, y que exista un justo acuerdo entre las pretensiones del paciente y las posibilidades del cirujano, porque el cirujano debe valorar el concepto de belleza del paciente, puesto que si el mismo difiere totalmente del que posee el cirujano esteta, jamás podrá obtenerse un resultado satisfactorio.
Por último, diremos que sólo un perdurable amor por el ser humano estará siempre presente en el concepto de belleza. Esto otorga dignidad al cirujano plástico y estético, y el día que sienta que su sensibilidad ha descendido hasta tal punto que su fibra espiritual y sus nervios han dejado de estremecerse ante el milagro y el misterio que ofrece la belleza al comenzar una intervención quirúrgica en la búsqueda de la perfección, podemos afirmar que la vida del cirujano plástico ha terminado porque ha perdido el concepto de la belleza que sólo poseen los espíritus que laten con la vida misma.
Para acabar debemos reconocer que en el más puro sentido estricto, la belleza es de quien la reconoce, nunca del que la posee. Por eso, es un regalo de la naturaleza contemplar la belleza y disfrutar de ella en todos los ordenes de la vida y del espíritu. Este capítulo acerca de la belleza quiere ser un estímulo más en mejorar la calidad de vida de vosotros, de mis queridos amigos, que con otros vehículos como la gimnasia y una vida sana sólo pretende vivir mejor en definitiva.